Él sigue ahí imponente ante su propio dolor, dolor causado por la mano del hombre que arrasa con la flora y la fauna para crear su propio paisaje. En algún momento el sueño de muchos era mantenerlo como reserva, crear un mirador natural, como tantos que hay en otros lugares donde confluyeran propios y visitantes para momentos de esparcimiento y reflexión. Ahora solo hay una antena de la aeronáutica civil, la carretera antigua y una carretera alterna, que como un cinturón lo atan a su destino, necesaria para la comunicación con los otros municipios que siguen y las fincas que en la vía están.
Los estudios realizados en su momento, prohíbe la construcción de viviendas, se deben sembrar árboles con raíces profundas para mitigar la erosión, pero los que miramos arriba solo vemos una montaña desgastada y cercenada, indefensa ante la necesidad de evolución de los pueblos.
Textos y fotos
Isabel Vargas Lara
isabel.vargaslara@gmail.com
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